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"el amor es lo que sostiene"

Estefanía Defalco es voluntaria del equipo de Psicología de Ejército de los Andes desde hace cuatro años. Aquí comparte su experiencia de trabajo junto a los niños y niñas del Programa de Desarrollo Infantil y junto a sus compañeros de equipo.



¿Cómo llegaste a la Fundación Franciscana?


Llegué a partir de una amiga. Ella me dijo que estaban buscando psicólogos voluntarios para armar un equipo de Psicología en Mariló. Recuerdo que pensé: “¿Mariló? Queda re lejos. Pero vamos a ver de qué se trata.” Nos juntamos con Nicolás Obiglio (encargado del Programa de Psicología) y nos habló de la fundación, de los proyectos que venía armando y en todo lo que venía pensando en construir para el equipo. Desde el primer momento nos dio a entender que era un espacio para armar entre todos, nos hizo parte del equipo antes de empezar. Me encantó, así que no tuve muchas dudas y me sumé.


¿Por qué elegiste este lugar para ser voluntaria?


Creo que en un primer momento elegí ser voluntaria acá porque me entusiasmó el entusiasmo de Nico, sin saber bien por qué, me convocó inmediatamente. Después elegí seguir siendo voluntaria porque me enamoré de la Fundación, de la gente, del compromiso, la dedicación con la que trabajan todos. Y de la bellísima mirada que existe hacia el otro. Me sentí feliz y cómoda desde el primer momento.


Creo que hoy en día no es tan sencillo poder sostener un lugar de voluntariado. En mi caso pienso que, por un lado, el deseo y el amor que uno pone -a la profesión, a la fundación, a los pacientes- y el amor y entrega que uno recibe de todos los miembros de la comunidad, es lo que sostiene. Y casi sin darme cuenta, ya pasaron cuatro años.


¿Cómo es el espacio de psicología para niños?


Una sesión con un niño la pienso y pactamos con él y la familia. Suelen ser encuentros de media hora, una vez por semana. Puede pasar que en algunas ocasiones se extiendan un poco más, según lo requiera el día. Cuando hablamos de un niño, el trabajo siempre implica a una familia. Por lo tanto, es clave darles lugar a los padres en el tratamiento.


Es fundamental atender lo que sucede en el seno familiar y trabajar principalmente sobre los vínculos y las formas de vincularse.

Tuve la suerte de ser parte del equipo de Mariló y ahora de Ejército de los Andes. Son dos comunidades con dos dispositivos muy diferentes y el equipo de psicología se tiene que adaptar a cada funcionamiento.



En Mariló, los niños concurrían con algún familiar al horario citado y había un espacio (consultorio/aula) designado para cada psicólogo. En Ejército de los Andes, busco a los chicos en la sala de Desarrollo Infantil y juntos buscamos un espacio. Mi lugar preferido es la sala de lecturas, porque invita a jugar y a explorar, así que generalmente ocupamos ese lugar.


Lo más importante de todas las formas es el trabajo en equipo. Se trabaja mucho con las familias, con las escuelas, con las seños de la sala, con los otros psicólogos del equipo, con profesionales de otros espacios. No hay otra forma de pensar el trabajo que no sea siempre con otros. El “entre todos” es fundamental: intercambiar miradas, estrategias e incluso angustia e impotencia cuando nos sentimos sobrepasados. Creo que es la clave para avanzar con un paciente.


¿Con qué problemáticas te encontraste?


Principalmente vemos infancias vulneradas. Un niño en su desarrollo necesita siempre del otro (padre, madre, abuelos, maestra, hermanos) y a veces, por diferentes circunstancias, eso no está. Entonces, los niños crecen en un ambiente con poco estímulo, sostén, cuidado y muy poco lugar para jugar.

Todos necesitamos que haya alguien que nos ayude a entender la realidad, que comparta y que esté ahí, que nos ponga palabras y que nos abrace, más aún en los tiempos en los que vivimos, época en la que abunda la violencia. Cuando eso no está, pueden aparecer los síntomas, que son mensajes que denuncian que hay algo que no está bien pero que no se puede enunciar entonces se nos aparece escondido atrás de un disfraz.


¿Cuáles son los primeros pasos que se observan?


Depende cada niño pero lo primero que vemos generalmente es como se arma el lazo con uno. Un lazo que es recíproco y que hace que ambos-niño y psicóloga-esperemos nuestro momento de encuentro y juego. Los chicos cuando sienten que es un espacio confiable, despliegan aquello que les sucede jugando. Si la familia acompaña, los cambios suelen aparecer, pero cuando hay interferencias, es más difícil.


¿Por qué es importante un programa de Psicología para el barrio?


Creo que lo más importante es que exista el espacio, que circule en la comunidad, que haya un lugar de escucha. Cuando algo nos pasa, dar un paso no es fácil si se está solo.

Los padres y madres muchas veces se encuentran sumergidos en situaciones muy complejas, uno se ofrece e intenta sostener con la palabra, acompañar la maternidad y paternidad que no suele ser sencilla. Para la familia, que haya otro que se preocupe con ellos, que esté para ellos y para el niño, alivia y permite trabajar sobre aquello que está haciendo ruido.



El espacio de psicología aporta a los niños una nueva mirada de cuidado y amor. Allí hay un otro que juega y acompaña construyendo con ellos la realidad, y les brinda palabras para expresar lo que les pasa.


¿Cómo es el trabajo del equipo de psicología de Ejército de los Andes?


Es un trabajo muy lindo, actualmente somos cuatro psicólogos. Trabajamos juntos compartiendo reuniones de equipo semanales en las que intercambiamos estrategias y nos apoyamos mucho uno con otros, siempre hay ideas nuevas y ganas de multiplicar espacios, proyectos. Estamos muy acompañados también por parte de todos los miembros de la fundación y eso hace que el trabajo (con las familias y las realidades que estas traen) sea más fácil de sobrellevar.


Es un espacio que se construye entre todos y ser parte del mismo me da la posibilidad de crecer, aprender, de reencontrarme con la vocación, de dar sentido a mi trabajo, algo para lo que no alcanzan las palabras de agradecimiento a los miembros del equipo y de la Fundación.


¿Qué es lo que más te gusta de tu trabajo?


No hay día en el que me vaya de una jornada en la Fundación sin una sonrisa. El almuerzo entre todos es un mimo que se me hace necesario para empezar la tarde. Es un momento que disfruto mucho y me contagia de la energía que todos traen.


A los pacientes los espero muy feliz. Sin duda, pasan a ser parte de uno y la entrega con los niños es recíproca, al igual que el amor. Me voy a casa siempre llena de sonrisas, abrazos y dibujos abajo del brazo. Disfruto muchísimo de las sesiones, de jugar, pintar, bailar, pero lo más lindo siempre es ver los avances de los chicos.

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