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“Estamos siempre abiertos a la necesidad del barrio”

Betty Alba, una de las fundadoras y actual directora de la Casa del Niño, cuenta que la guardería comenzó para que los chicos no estuvieran en la calle y que hoy el espacio se habilita a toda actividad que fortalezca a la comunidad.


Cuando la droga comenzó a circular por algunos barrios a fines de los noventa, muchos decidieron no actuar. En Ejército de los Andes, un grupo de vecinos reunidos alrededor de la comunidad franciscana de lo que sería la Capilla Santa Clara tomó la decisión política de reaccionar.

Reunieron fuerzas y construyeron, edilicia y espiritualmente, la Casa del Niño, una guardería para que los chicos no quedaran solos. Esa actitud permanece y hoy ese espacio “siempre está abierto a la necesidad del barrio”, como explica Betty Alba, una de esas pioneras y directora del actual programa de la Fundación.

La guardería, los abuelos, el bachillerato popular, las capacitaciones de Fundación Pescar, las actividades de la Capilla y la Fundación en sí son parte de lo que pasa hoy en un espacio que fue un depósito de yeso y hoy es una gran sede comunitaria.

Sobre esos orígenes, Betty recuerda la actitud inicial: “Siempre hubo una pastoral social y presente”. Y eso se convirtió en acción. “Queríamos hacer algo para los chicos, que muchas veces terminaban en la calle”, destaca.



La realidad, sin embargo, desbordó muchos esfuerzos. “Los noventa fueron muy difíciles porque había mucha droga y se armaron bandas que se enfrentaban entre sí”, relata Betty. Murieron muchos jóvenes y, cuando el nivel de violencia bajó, quedó el estigma: la etiqueta mediática de Fuerte Apache.

“Algunos dicen soy del Fuerte para imponerse. Y otros lo ocultan. A los adultos, en general, no les gusta. Fuerte Apache está asociado con lo delictivo y lo malo. Incluso algunos que vienen a trabajar lo dicen como si fuese algo heroico. La realidad es que uno elige dónde trabajar”, cuestiona Betty.

Su elección, por ejemplo, empezó a los 16 años, cuando se acercaba para rezar el rosario, para coro, para el grupo juvenil y para Acción Católica, en donde lo comunitario se volvió parte de ese camino.


De ese compromiso surgió la Casa del Niño, que se vincularía también con su vocación docente y unas ganas de aprender que no merman. Hoy por ejemplo, Betty está cursando una especialización en Educación Popular acompañado por otros miembros de la Fundación.

“Muchos de nosotros tenemos una educación muy formal y hoy los chicos necesitan otra cosa. Desde los vínculos, lo comunitario, el valorar al otro desde donde está. Atender a sus tiempos, contextos, realidad”, cuenta.


Betty hoy está preocupada por cómo los jóvenes muchas veces olvidan las tradiciones y los mensajes que circulaban en las familias. Un fenómeno que se acentúa en Ejército de los Andes: “Es un lugar mal mirado y muchos niegan su propia historia”.

Más allá de las etiquetas, el barrio tiene problemas que viven vecinos todos los días. “A nivel edilicio, si bien se mejoró, falta un montón. Estaban haciendo arreglos importantes que ahora se cortaron. La salita no da abasto y las ambulancias no entran. Tenemos problemas de cloacas, basura y luminaria”, enumera.


Otra carencia que observa Betty es cultural. Por eso sueña con un un espacio de música, escritura o baile, por citar algunos ejemplos. “Lo único que hay es fútbol. Para las chicas o los que no les gusta no hay nada. El barrio necesita una casa de la cultura”, afirma.

Para la Casa del Niño, en tanto, su mirada es similar. A Betty le preocupa el encierro y piensa en salidas recreativas y culturales. “Queremos que conozcan otras realidades, diversiones y lugares. Sería buenísimo ir una vez más a un parque, a un lugar verde, por ejemplo”, dice. El sueño no se acaba con el acompañamiento durante la niñez: “Nuestro deseo es que puedan habitar otros espacios de formación de acuerdo a los intereses de cada uno. Que se animen a crecer, que nadie quede afuera”.



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