Cami Castillo (23 años) forma parte de la Fundación desde sus inicios. Hoy nos comparte su experiencia de vida junto a Augusto, su hijo de cuatro años. “Sigo eligiendo ser mujer y madre”. Su testimonio.
Texto: Camila Castillo
Descubrí la maternidad a los 18 años con la llegada de la primavera. Apenas me enteré, me alegré al descubrirme madre. Tenía un mes de vida dentro de mí. Aunque a una edad temprana, y sin tener definidos ni mis pensamientos ni mis sentimientos, me reía mientras veía las dos rayitas en el test de embarazo. Pensé que todo iba a ser lindo a partir de ese momento, sin medir riesgos, sin importarme la opinión familiar o de ajenos.
Si bien mis papás no reaccionaron con enojo y retos, sabía que tampoco era lo que esperaban y me sentí en la obligación de pensar qué iba a hacer. Decidí criarlo a Augusto yo sola.
Gestar una vida trae mucha responsabilidad, miedos y dudas. Asumirme mamá fue difícil pero hoy miro para atrás y no me arrepiento de nada. Veía a mis amigas que se iban de viaje de egresados, de vacaciones. Por momentos me sentí muy sola y triste, flaqueó todo en mí: mi fe en Dios y en el otro. Con la llegada de mi hijo, descubrí otro sentido: lo maravilloso de sentirme nueva, con la energía suficiente como para encontrarme con sus manos pequeñas y unos ojitos llenos de amor. Supe en ese entonces que mi vida tenía otro valor.
Mi deseo siempre fue, es y será verlo fluir, que sea Él desde lo más profundo de su ser. Que sepa que es un niño amado, un niño consciente de su valor y respetado por lo que elija expresar.
Él me dio las razones para entender que lo tengo todo. Criarlo sola fue mi opción. Atravesamos malos momentos pero, así y todo, quise evitar criarlo en un hogar forzado y sin amor. A veces me sentí mal vista por ser madre soltera. Tuve períodos de llanto, desilusión y agotamiento, de sentirme excluida. Sin embargo, veía que estaba entera, que estaba viva y acompañada por diferentes personas que se fueron cruzando en mi camino.
Me sentí y siento orgullosa de mí misma al ver que Augusto refleja los sentimientos puros e inocentes que en algún momento sentí perder.
A partir de la maternidad, terminar la escuela se transformó en un tema importante que tengo pendiente. Sigo eligiendo ser mujer y madre, con sueños independientes de mi proyección materna.
Voy buscando y aprendiendo nuestros tiempos, creciendo a cada paso, con equivocaciones y aciertos.
En este camino, fue muy importante contar con Estimulación Temprana los dos primeros años de la vida de Augusto. Fue muy enriquecedor darnos el tiempo como madre e hijo, ir descubriendo sus habilidades como niño. También significó redescubrir la niñez: la inocencia, la necesidad de atención, la importancia del amor y el calor de una madre, comprensiva y errante con toda esa disponibilidad de emociones que atraviesan a ambos. Me ayudó muchísimo aprender que cada llanto, berrinche y sonrisas, ¡no siempre comunican lo mismo! Descubrir otras madres en etapas similares y muy distintas pero todas con la necesidad de encontrarnos en la maternidad, abrirnos a conversar o solo escuchar. Fue un espacio en que exploré mis dones y los de mi hijo.
Sigo buscando y construyendo mis espacios personales, tiempo para escribir, para salir, poder tener una vida social. Muchas veces nos estigmatizan como madres solteras pero hoy entiendo que tener mis espacios no significa que no ame a mi hijo. Sigo creyendo, sin rendirme, que todos merecemos amar y amarnos. A cada paso, conozco mujeres valientes y significativas que me alientan a seguir. Hoy creo profundamente que amar es importante, y con Augusto descubrí que puedo brindarme de forma incondicional y genuina.
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